Filosofia con Escolares

miércoles, 3 de diciembre de 2008

16. ANALISIS DE CASO

Hablar sobre educación no es nada nuevo, ni exclusivo en la actualidad, data más bien de siglos atrás, es decir desde los filósofos de la antigua Grecia como: Sócrates, Platón, Aristóteles, etc., ellos formulaban sus teorías e incluso dejaban ver su metodología sobre cómo educar al hombre, cada teórico aportada datos relevantes sobre cómo debería ser la educación; en algunos casos las teorías concuerdan en algunos aspectos, en otros se contraponían totalmente, pero es así, como empieza a surgir el interés y preocupación por la educación del ser humano. Puede decirse entonces que los antiguos filósofos griegos fueron los iniciadores de tan grande tarea, pues en la actualidad aun se siguen estudiando sus teorías, como una forma quizá, de comprender los fundamentos teóricos-filosóficos sobre el proceso educativo actual. Después de los griegos hasta la fecha, en cada apoca histórica han surgido una diversidad de estudiosos o teóricos de la educación, en donde cada época a quedado caracterizada por sus acontecimientos sociopolíticos, culturales, etc., en donde la educación ha jugado un papel relevante de ese cambio social, ya que ese es uno de sus fines, tener un impacto social. Aun los fines que la educación tiene para el desarrollo integral del hombre, tanto internos como externos como la violencia simbólica, los grupos de poder (elite), etc., manipulan el proceso educativo a favor de sus intereses para controlar y reproducir hasta cierto punto, un tipo de hombre según al grupo social al que pertenezca, como lo plantean P. Bordieu y J.C. Passeron en la teoría de la reproducción y cambio social; “La educación precede a un movimiento de selección cultural, pero que lo enmascara al presentar una cultura en particular, la cultura de la clase dominante….” (C. Amaya, 2002).
A grandes rasgos la educación tiene un fin a lograr en el proceso educativo, que es el desarrollar armónica e integralmente todas las potencialidades de cada individuo, aun que esto puede parecer por una parte algo pretencioso e idealista, en realidad lo es, por que en la vida real se puede observar que “el ser” de la educación se vuelve más bien un “debe ser”, es decir, en las escuelas los docentes se preocupan más por el producto ( conocimientos, aprendizajes, aptitudes, etc.) que los alumnos deben lograr, y por lo tanto se inclinan más en el plano del desarrollo intelectual para el logro de los objetivos y en consecuencia acreditar tal conocimiento de los alumnos pertenecientes a una materia, curso, etc.
Está claro, pues que la educación debe y tiene propósitos a lograr, aunque esta se centra por lo general en el desarrollo de habilidades y destrezas cognitivas y físicas del alumno, ya que pone demasiado énfasis en preparar al hombre para una vida productiva, es decir para el trabajo, se olvida o deja en segundo plano el interés por desarrollar en el ser humano aspectos como, las actitudes, el carácter, la moral, la espiritualidad, la disciplina, el ser, etc. Como argumenta Said Bada: Los logros del hombre en los campos de la ciencia y la tecnología han contribuido a mejorar las condiciones materiales de la vida, pero lo que necesitamos hoy en día es una transformación del espíritu. (M.E.Rodriguez, 2003)2
Por otra parte, que nos queda hacer en el ámbito educativo como alumno y como futuro docente, cuando tenemos conciencia sobre tales aspectos?, si ya somos conscientes de tales dificultades y carencias, ya que el estar consciente solo es una parte de nuestra capacidad que difícilmente valoramos, por lo menos es un primer paso, el segundo paso sería actuar a favor de esa reflexión y conciencia, porque si sabemos algo y no hacemos nada a favor de este, de nada o poco vale el darnos cuenta, ya que estaríamos peor que al principio. La actitud y el desarrollo de la inteligencia emocional debe ser un primer agente a considerar en el proceso educativo, ya que a través de estas áreas de oportunidad se llegarían a la culminación constante de muchos logros en diferentes niveles no solo intelectuales, psicológicos, personales, sino también de impacto social, humano, espiritual, etc. El segundo factor a considerar debería ser la importancia de desarrollar habilidades intelectuales, destrezas, aptitudes en los alumnos (ser humano), pero como los “deberías” no existen, aun así la educación puede lograr en el hombre el desarrollo integral que necesita. Ubicando eso en el plano escolar, el docente es el primer agente y responsable de la transformación educativa de sus alumnos.
Con la esperanza en la educación mediante la inserción de los valores, actitudes, la reflexión, el amor a la vida y al trabajo, etc. En la educación por el hombre todavía hay muchísimas cosas por hacer a favor de su desarrollo.
Lamentablemente, la tendencia ha sido en las últimas tres décadas, a quitar la filosofía de los planes de estudio de enseñanza media, y también, salvo unas pocas excepciones, la norma internacional ha sido no incluirla en educación básica. Podemos argumentar que en la enseñanza básica es necesario incorporar al menos los principios de la lógica, como una forma de incentivar el razonamiento y empleo del pensamiento en los niños. Hay experiencias interesantes en Estados Unidos, España y México en donde se ha demostrado que la filosofía para niños es una buena herramienta pedagógica para incitar a pensar, a buscar la verdad y a incorporar en la mente infantil los principios lógicos y una actitud crítica ante la mentira que vemos tan a menudo en los medios de comunicación. Hasta ahora, el niño permanece muchas horas ante el televisor sin tener armas críticas para defenderse del engaño, los falsos valores, la superficialidad en que se muestra la vida, la violencia sin objeto alguno y los prejuicios del consumismo.
En la enseñanza, el desconocimiento de la importancia de la filosofía y del aporte que puede prestar al educando se ha debido a los propios profesores, que en muchas partes se han dedicado a enseñar una aburrida clase sin filosofía, sin relación apenas con el mundo actual y con la realidad de los jóvenes y de los niños y de la habilidad de enseñarlos a pensar para que en ellos se pueda desarrollar el verdadero conocimiento de sí mismo y por lo tanto un adecuado análisis de su entorno y así mejorar el nivel de vida de cada ser humano.
Considerando que la filosofía de la educación tiene su razón de ser en el derecho del niño de expresar libremente sus ideas, pensamientos, ser escuchados, utilizar su voz, hacerse oír, negando el estigma que tiene la noción de infancia como "los sin voz".
Así mismo para concluir este artículo me gustaría formular una propuesta y una incitación al profesorado: ¿por qué no les damos la posibilidad a nuestros alumnos de dedicar un tiempo semanal para que reflexionen en grupo sobre aquellas cuestiones que les parezcan importantes, ejerciendo las virtudes del diálogo democrático y participativo?
No es una idea tan descabellada que nuestros alumnos dediquen, por ejemplo, una hora a la semana a filosofar en grupo sobre alguna cuestión importante de sus vidas, esto es, que reserven un tiempo semanal para “tomarse un respiro” y reflexionar sobre cómo están llevando sus vidas, sobre cómo está el mundo en el que viven, sobre sus pensamientos e ideas, etc.
Del mismo modo que el Gobierno español está considerando la posibilidad de que los centros educativos dediquen obligatoriamente una hora a la semana a la lectura, ¿por qué no podría hacerse lo mismo con la práctica del pensamiento? ¿O es que es menos importante pensar que leer? Me atrevería incluso a afirmar lo contrario: que es mucho más importante que los alumnos (especialmente si son adolescentes) reflexionen sobre sus actos y sus consecuencias antes de actuar, sobre su vida cotidiana, sobre sus problemas y los del mundo en el que habitan, a que lean durante una hora un libro sobre quién sabe qué. Es más, las dos actividades no tendrían por qué excluirse mutuamente: se podría dedicar un tiempo a leer y otro a reflexionar sobre lo leído.
Es cierto que nuestros alumnos deben leer más, Y está en manos de los que nos dedicamos a la docencia, que también piensen mejor y sean capaces de expresarse correctamente de forma oral y sepan argumentar sus opiniones, si queremos que el día de mañana actúen como individuos responsables y como ciudadanos participativos,

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